El circuito Gilles Villeneuve acoge desde 1978 el Gran Premio de Fórmula 1 de Canadá. Se trata de un trazado de 4,361km, con catorce curvas y situado en el bonito entorno del Parc Jean-Drapeau, en Montreal (Quebec), en la isla artificial Île Notre-Dame, en el río San Lorenzo. 

Se trata de un trazado semiurbano, muy técnico, fascinante, testigo cada año de emocionantes carreras que hacen vibrar a los aficionados, y que tiene unas peculiares chicanes, normalmente formadas por dos curvas enlazadas, lo que favorece la fluidez. Las altas velocidades que se alcanzan contrastan con las fuertes frenadas en algunas zonas del circuito, lo que hace sufrir enormemente a los frenos. De hecho, existe una horquilla que obliga al piloto a frenar durante 2,74 segundos. La primera mitad del circuito, sobre todo, consiste en un acelerar y frenar continuo que no deja tiempo a los discos para que refrigeren lo suficiente. Todo un reto hasta para el más habilidoso de los pilotos. Pero a su vez, es un circuito donde hasta cuatro veces en cada vuelta, los monoplazas sobrepasan los 300km/hora.

Desde el punto de vista aerodinámico, el primer sector del circuito es el más exigente, con dos primeras curvas que, aunque no son excesivamente rápidas, sí obligan a frenar en el momento oportuno y seguir una trazada perfecta si no se quiere pagar las consecuencias y perder tracción.

Y aunque, como se ha dicho, fue en 1978 cuando comenzó a celebrarse en su actual sede, la inclusión del Gran Premio de Canadá como competición válida para el Campeonato Mundial de Fórmula 1 se remonta a 1967. En sus inicios y hasta 1977, los circuitos de Mosport Park y Circuit Mont-Tremblant acogieron el rugir de estos rapidísimos monoplazas.